miércoles, marzo 24

TECLAS

No he dejado de toser en días. Cada vez se agrava más y menos se hace tu presencia en mí. Suspiro. Las teclas bajo mis dedos no reaccionan de igual manera y entonces descubro un largo cabello que se enreda con mi dedo meñique. Lo jalo. No cede. ¿Qué es esto? murmuro para no despertarte. Entonces volteo el teclado y empiezo a sacudirlo. Uñas, grapas, pelos, mugre, semillas, suspiros, polvo. Todo ahí. Acumulado. Y no dejo de toser. Conforme voy sacando aquellos remanentes, mis pulmones se vacían, se comprimen. Los golpeo. Siento el mundo girar.

Se ha despertado Carlo, el vecino de arriba. Golpea con sus botas el suelo queriendo hacerme callar. Aunque es una exageración, ya que solo un chillido escapa de mis pulmones. He encontrado tu anillo entre la R y la E. La O escondía aquella cita en Sanbors donde me deletreaste la tesis de Sartre. Y en la Z la mitad de mi apellido que nunca pronunciaste. ¿Las lágrimas acumuladas? Por el 456. Los cigarros fumados por la N. Y he encontrado pedazos de mi alma por el Caps Lock. El Esc fue el que me asustó. Tus celos y mi mediocridad enredados como uno solo.

Después de haber desarmado el teclado, pude entender la razón de mi alergia. Hace días que había perdido la cotidianidad de hacer el amor a las 6. La sorpresa se había diluido entre el F7 y el Delete y el antihistamínico por el más.

Que bien ha sido encontrarte a ti debajo de la barra espaciadora. Ya te extrañaba. Bienvenido seas.

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