domingo, noviembre 20

Cof cof cof-- laringitis?

Bueno bueno-- hace tiempo que no vengo a pasar lista, usaré la laringitis que me acosó estas últimas dos semanas como excusa. Y es cuando me doy cuenta de que el trabajo/stress causa un grave efecto en mi sistema inmunológico (S.I., como lo llama Fexo) y luego luego sufro consecuencias de niños de tres años a los que les da un aire después de pasar toda la tarde jugando con la manguera en inocentes juegos de bomberos. Pero como ya no tengo 3 años, ya me pagaron el ahorro, me fui de compras el viernes a gastar el dinero que todavía presumo tener y poder presenciar el estreno de "Harry Potter and the Goblet of Fire" con mi hermano vestido de mago de Hogwarts (castigo por llegar tarde a recogerme) les platico de mis últimas semanas.

Me he dedicado a acechar a Mr. T con llamadas a las altas horas de la mañana pero todo empezó con un latente juego de borrachos cuando todavía andaba en las yankistas tierras en un departamento con vista a la estatua de la libertad y al puente que lleva a LongIsland. Eran las 5 de la mañana (¿o seis?, ya no recuerdo) cuando logré marcar todo el número completo: 52656... uno, dos timbres y entonces el ya tan añorado "¿Bueno?" que siempre escucho tan fresco sea la hora que sea de mr. T.
"¿Que tiene de bueno?" alcanzo a articular con una sonrisa que no cabe en mi rostro me-ha-contestado-me-ha-contestado-me-ha-contestado mientras brinco entre los muebles baratos de Ikea.
"SON LAS CUATRO DE LA MAñANA JUAREZ!!! Que te piensas?" y aun el tono iracundo/divertido de su voz me hace sonrojar. Y no de pena.
"Jojojo, lo siento Mr. T, es que-- necesitaba hablarte. Presumirte de la vista nocturna que tengo en estos momentos sobre el Battery Park, decirte que me encantaría que estuvieras junto a mí, acá, fumando un cigarrillo cubano de contrabando que compramos por la 14" lo escucho guardar silencio, suspirar.
"Ay Juárez-- ok, que envidia, pásala bien" otro silencio meditabundo
"Dilo Mr. T, dilo por favor" y como, he descubierto a lo largo de estos meses trabajando a su lado y acosándolo, me concede mis necedades cuando ando incróspida (sobria nunca, porque sabe que me acordaré de cada sílaba que enuncia)
"Te extraño-- por acá. Salúdame a Ivan" río como dicen que se rien las colegialas estúpidas "Buenos días Mr. T, te veo en dos días" y cuelgo. Y termino de pararme en la mesa del chiapaneco que me mira sin verme con ojos extasiados, alabando a Pancho Villa y a todos los norteños que hemos invadido su departamento.

Y entonces Mr.T me devuelve la llamada el siguiente fin de semana cuando a las 3 am yo ya estoy en mi segundo sueño y con un six de cervezas todavía dando vuelta en mi torrente sanguíneo, con la tonadita de "Batman" que tengo exclusivamente para él. En el primer intento cuelgo antes de contestar. Y entonces le regreso la llamada "¿Mándeme mr. T, en que lo puedo ayudar?" Morfeo se delata en mi voz.
Lo escucho reír. "Ja-- nada, me estoy vengando de NuevaYork a las 4 de la mañana" río a medio cachete.
"Pero todavía falta una hora para que sea completa la venganza"
"No importa--- te desperté que es bastante"
"Ahora tendré sueños húmedos contigo nada más por eso" mi lengua de borracha se está volviendo más agil que nunca.
"Ja-- bueno, ya-- que descanses, nos vemos el lunes" y cuelga. Y mi profecía se hace cierta. El domingo despierto con esa sonrisa que delata los sueños que suelen ser-- tumultuosos.

Y el jueguito ha seguido, a pesar de que el fin de semana pasado lo acosé en vivo en la boda de un compañero en común. Bien pude haberme aprovechado de cuando su dama de compañía me alcanzó en el baño para retocarse el impecable maquillaje, cuestionarla, darle unas cuantas gotas de veritaserum y dejarla inconsciente en el último baño mientras me deslizaba bajo el brazo del hombre de pelos parados mas no lo hice. En cambio terminé tomando whiskey con cerveza (en el mismo vaso, como dice Fexo que hacen los piratas) bailando al ritmo de Fandango en un patio donde los quinceañeros nos hacían un coro asombrados. Y fue cuando la laringitis terminó de instalarse en mi garganta mientras echaba humo como el batimovil y bailaba con la pechuga al aire.

Lo único lamentable de todo esto fueron los antibioticos de 120 pesos CADA PASTILLA. Y la tos de perro que me delata en cada esquina de la oficina. En fin. Me retiro, la naríz se me está poniendo tan fría como los dedos. Y la tos vuelve a recordarse en mi garganta.

Besitos de esquimal (por si esta tos es contagiosa)

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