domingo, marzo 12

El recuento de los daños...
(y ahora sí, siento que fueron cuantiosos)

Saben qué desconcertante es despertar en tu cuarto, en calzones y con una camiseta vieja sin tener la más mínima idea de cómo llegaste ahí? Sentir la boca pastosa, el conocido sabor a crudez, y un dolor en la frente. Y no recordar qué pasó después de que brindé con mis amigos a las 3 am. No recordar nada!! Me levanté apurada, me puse una pantalonera y salí a preguntarle a mi hermano qué había pasado. Entre gruñidos y ronquidos me dijo que me había quedado dormida, vomité en la sala, me caí 2 veces y me llevaron en calidad de bulto a mi cuarto. Y como, mi memoria sigue en blanco y no recordaba nada de eso, le dije: no mames, no puede ser. Pero entonces empezé a llamar a los invitados y una a una las historias fueron entrelazando algo que no recuerdo. Que aseguro no haber sido partícipe, pero los moretones en los brazos y el increible chichón en medio de mi frente me dice que si.

Entonces... qué se hace? Es de esas veces en que dices: debo cambiar de trabajo, de ciudad, pero no de amigos. Se portaron de lo mejor, no me puedo expresar de otra manera. Mil gracias a Ruth, Circe, Vidal, Iván, Chío, Maribel y a mi adorado hermano. Realmente mil gracias. Cuando decida reunir el valor necesario para volver a salir y que me de el sol, o que me digne a volver a llevarme una botella de cerveza a los labios, podré decirselos en persona. Por lo pronto, si lo llegan a leer, mil gracias. No me dejaron morir a la rockstar, ahogándome en mi vómito.

Qué mejor regalo de cumpleaños que descubrir a tus mejores amigos (si, incluso mejor que la colección de las películas de Batman)? Aparte de la humillación pública de mi inconsciencia?

Un abrazo, nos estamos reportando.

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