martes, junio 29

Con la lluvia...

llegan los fantasmas. Y mis paranoias. Empiezo a divagar esperando a que el sopor de Morfeo se haga presente en noches húmedas cuando pienso en la cucaracha que acabo de ver en el baño. La correteada que me puso, y yo sin zapatos!. Tomé uno de mis huaraches y la aplasté. Es como la 4ta o 5ta cucara que me echo en mi vida de correr de insectos. Y entonces, acostada ahí, ya sin los ronquidos de la Mary que ayer decidió que estaba harta de lavar platos y se fue a Casas Grandes, veo la línea inexistente de arañas que se arremolinan por querer subir a la cama y poder chuparme toda la sangre... arañas vampiricas. O garrapatas como las que acosan a mi perro, el cual ladra disfrutando de la lluvia en la madrugada.
Esta vez, hasta los truenos y rayos alcanzan a rayar esa burbuja de ojos cerrados. Y eso que siempre he presumido que me encantan, sobretodo poniendo a Bach en el fondo. Ayer ví en mi cama un superconductor de rayos y aseguré que iba a morir calcinada, pero en sueños. Recordé las historias que contaba la bisabuela Meche, de las centellas que, entrando por la ventana, rebotaban en los espejos, acabando con familias enteras.
Y en lo que sigo alimentando a los dragones, trato de recordar lo que disfruto más del sueño. O del dormir, más bien. Prometo no volver a cenar carne, de verdad.... Y alcanzando a contar un último relámpago, empiezo a despertar.

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