sábado, junio 12

Una propuesta… (ni política, ni culturosa, no se alarme sr. lector)

El jueves estaba ayudando con el teléfono en el restaurante cuando se pegó en la ventana de la puerta un tipo pelón, de 140 kilos (y eso lo sé por que me lo platicó después) con la lengua de fuera. El reloj marcaba las 12.15 y todavía no era hora de abrir. Pero mi madre, atenta, le abrió la puerta y le dijo que abríamos en 15 minutos. “No importa, no importa” dijo con una sonrisa, sentándose en una de las mesas pegadas a la pared. Mi tía empezó a reírse, acordándose que la semana anterior había ido una pareja y se había ido sin pagar. Total que le pregunté si quería algo de tomar en lo que estaba la comida, y pensativo, contestó “un vaso de leche, por favor”. Petición extraña, en el sentido que la mayoría pide té, agua o refresco. Le servimos su leche, y junto un platón de crema de tomate recién hecha (mmmmh). Después vino el platillo y al final el postre. Y entre ida y venida me platicó que era de California, de San Francisco específicamente, “Ciudad hermosa” le dije. Se sorprendió que yo hablara inglés y conociera algunas ciudades de los yunaited. Pero más me sorprendí yo cuando le pregunté: ¿Y que anda haciendo por acá?. Busco mujer para casarme. Así de sencillo. Creo que perdí mi sonrisa de mesera ‘atentiva’ y transformé mi expresión en sorpresa. “¿De verdad?” “Si”. “¿Porqué mexicana?” “Porque dicen que es más fácil… y saben cocinar” me dijo guiñándome un ojo. Inmediatamente aclaré que yo nada más me acerco a la cocina a cantar órdenes, pero na’a más. Pero el pelón no desistió: ¿Y cómo se llama, miss? “Miss Juárez” le dije con una sonrisa. De Srita. Juárez, por supuesto. “Vaya vaya, si será mi lucky day, vine a Juárez a buscar mujer y me encontré a miss Juárez”. Gulp. El teléfono sonó y fue mi excusa perfecta para alejarme de aquella extraña encrucijada. Pero prometió volver, claro, para dejar propina la próxima vez.


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