martes, abril 11

Ya llegué!!

Mis estimados!!! Traigo los ojos cansados, los chamorros adoloridos, ocho horas de diferencia horaria y como mil horas sueño por dormir. Pero estoy contenta, satisfecha, no tan gastada y con ansias de seguir comiéndome al mundo. Siento que me faltaron ojos en la frente, en la nuca, pies de repuesto y días de 40 horas.


Londres con sus tardes nubladas y el Támesis rumeante acariciando a los rubios y hermosos chicos de Oxford y Cambridge mientras camino junto al BigBen y siento que me sonríe en dorado. Las cervezas y los pubs, el estilo de la ropa, de caminar, el acento inglés. Y Trafalgar que se encogió a como lo recordaba, hace 10 años. En general, Londres se encogió para como lo fue hace tiempo en mi cabeza (Los efectos de la humedad, tal vez?) pero no perdió encanto. Quizás la mayor decepción fue por fin tener al Matrimonio Arnolfini en la National Gallery y ver que es diminuto, y la guardia que me empezó a seguir desde que le preguntaba yo a todo el que se me atravesaba el dónde estaba el cuadro de Van Eyck. O era Van Dyck? Los flandeses se me confunden, que no me dejó tocarlo, a pesar de tener vidrio puesto. Yo quería solamente… solamente… Y a fin de evitar algún conflicto internacional mejor me escondí en la tienda de regalos y me compré una ampliación al triple del pinche cuadrito. Que más, que más? El mercado de Camden y sus punks, los double deckers rojos y sus frenadas locas (como en Harry Potter). La torre de Londres y el London Bridge con su sobriedad clásica (y ese sí, graciasadios, no se encogió). Mr. Beckham, de lejos, entrando al cine (yo digo que si era el, pero quien sabe) con su Victoria. Y yo con hambre, antojo, obsesión de comida china que no se me aplacó en ningún lado. Un extraño tipo que nos enseñó su pene de plástico en un callejón del SOHO (muy parecido a uno de mis juguetes que escondo bajo la cama). El viaje en el Eurostar (y es cuando adoro los trenes comparado con los embutidos aviones) y la pradera verde inglesa con sus respectivas borreguitas blancas, negras, grises y vistas de postal o de rompecabezas complicados.

Tantas cosas que me vienen como flashazos a la cabeza… pero me parece demasiado agotador acosarlos con todo eso, así que lo iremos racionando.

Un beso, es un placer extraño estar de vuelta--

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