sábado, enero 12

He de confesar….

Que le he rehuido a hacer mi recuento de los daños, no sé porqué, de este 2007 terminado. Creo que por haber sido un año de esos que no crees que te haya pasado y por eso mismo rehuyo el delimitarlo a una cuantas (o muchas) líneas. Y es que me encuentro, querido lector, sentada en mi departamento en Dinamarca, y creo que aun cuando lo leo y lo releo sigo sin creerlo. Fue un año que simplemente me maravilla haber vivido (como mis otros veintitantos). Y seguirlo viviendo. Haber viajado como lo hice, haber renunciado a mi cómodo estilo de vida para venir a enfrentar algo nuevo. Renunciar a mi primer trabajo y dejar todo, a mi familia, a mis amigos, a mis recuerdos del otro lado del océano. Y empezar a construir nuevos. Tengo frente a mi la pared de postales que he ido armando desde que llegué. Fotografías, etiquetas, pases del bus, postales y hasta un sombrero charro me recuerda de donde vengo, donde he estado, y espero que también presuma, hasta cierto punto, hacia donde voy. Este año se casaron unos cuantos de mis platónicos, este año descubrí lo que es una sincera despedida. Este año aprendí lo que duele llegar a un lugar que tanto has anhelado y estando ahí, no saber hacia dónde tomar. Este año descubrí que no te venden gatorades en todo el mundo y que tienes que encontrar formas alternativas para curarte la cruda. Este año descubrí el poder de un propósito, y concluí que todos debemos vivir un tiempo solos para conocernos, antes de poder compartir tu existencia con alguien más. Descubrí que no te mueres de soledad, ni por no saber cocinar. Que puedes comer engrudo, pero si tu lo hiciste, te sabe a victoria.
Descubrí que escribir cartas a mano es algo de la vieja escuela pero que nada le gana al sentimiento provocado por una carta tangible. Que el danés es difícil pero que una sonrisa abre mil puertas. Que el idioma español es por demás conocido. Que las noches en Paris, a pesar de no tener donde pasarlas, son mágicas.
Que he ido aprendiendo a hacer mi maleta cada vez más ligera, y a dejarme llevar. Que ciertas cosas merecen algo de estrés –amistades, planes- pero que al final, todo cae como debe ser. Y si, extraño a mi casa, a mis amigos, pero no extraño la que era yo estando allá porque anhelaba estar en otro lado. Me estoy enamorando de mi misma llegué a murmurarme una de estas noches estrelladas y me dormí con una sonrisa entre los labios.

Querido lector, enamórate de ti mismo también.

Los dejo, gozen, disfruten, aprendan algo nuevo todos los días. Yo todavía no logro hacer –eso de aprender algo nuevo todos los días- pero por ahí lo tengo apuntado entre mis propósitos de esta temporada. Ja.

Besitos!

No hay comentarios.: